Un diario íntimo, de periodicidad visceral, para los perseguidores del elusivo arte literario.

sábado, agosto 20, 2005

Embelesos y embelecos

Pocos días hace, padecí un hallazgo inopinado: mi primer amor.

Esta sentencia, de veracidad discutible, difícilmente constituye una evocación recurrente en mi vida, aunque tenerla en ese juicio facilitará el ejercicio discursivo que me propongo.

Las imágenes corresponden a una época que, sin demasiado amor propio, llamaré mi 'período gris'. Imaginen un prospecto de adolescente más gracioso que bien parecido y de natural retraído descubriendo, a sus tempranos diez años, el deseo sensual que le produce la figura de una precoz condiscípula.

Ella, de cuyo horrísono nombre no quiero acordarme, persiste en mi memoria con un único atuendo, compuesto escasamente de dos prendas. Una franela blanca y un short azul de lycra barata: el uniforme de gimnasia. Un día a la semana aquel hosco y excesivamente tímido jovencito advertía cuán diferente se mostraba esta niña del resto de sus compañeras, y notaba también cuán atractiva le resultaba esa diferencia, evocándola noche a noche los seis días restantes. El enamoramiento, como es de suponer, nunca fue conocido por ella, cesando sin mucho trauma con el año escolar.

Los bordes de estas imágenes se diluyen en otros recuerdos y no me es posible precisar nada más de este primer amor, salvo diciendo que aquella pasión pocas veces fue superada en los años siguientes.

¿Cómo decir ahora, cuando por casualidad la he vuelto a ver, que mi recuerdo se aviene arduamente con su condición actual? Enfrentada a la voluptuosa estampa que de ella alimenté en el tiempo se opone ésta de hoy, insospechada y desoladora; la de una niña apenas más desarrollada que el bebé que lleva en brazos.

3 comentarios:

Phases Moon dijo...

Ohhh, el amor no correspondido...he vivido eso en numerosas ocasiones...para bien o para mal...así es

Circeromana dijo...

El caso es que pudo ser retribuido y nunca lo sabré.

Esos recodos de la historia se repiten hasta la eternidad; somos lo que el destino hace de nosotros y en eso nos asemejamos a un puñado de arcilla. Más o menos dúctiles según nos vaya en la superficie.

Gracias por tu luna.

Anónimo dijo...

me pareció un texto interesante, sin embargo, en mi opinión, el "odviamente" está sobreentendido

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